La necesidad de escribir es para mí eso mismo. No es ganas, es necesidad. Esta mañana me encontré con la mente hiperactiva, un bolígrafo y sin papel. Estaba ya a punto de escribirme en el brazo cuando encontré dos recibos en mi monedero y pude descargar a medias lo que me pasaba por la cabeza. Me deprime un poco que el obstinante día a día calle mis pensamientos. Mientras más me absorbe la ciudad, más esfuerzo toma liberar las palabras. Estoy segura de que ellas siguen ahí, en algún compartimento secreto entre el olvido y la rutina, y solo sentada en un parque, observando, escuchando, asimilando todo lo que significa la vida en su más simple expresión puedo acceder fácilmente ese cubículo que se suele esconder tras lo que aparenta importante día tras día.
Mi ausencia del blog es culpa de mi ligera aversión por la tecnología y el trote que fue el año pasado. Viví, viajé, escribí y dibujé en diez países distintos y me enamoré de la belleza que cada uno, a su manera, me ofreció. Contrastes de gente y culturas tan drásticos que solo me incitan a viajar más, a conocer más y a entender más. A la vez de ese trote global, comencé un viaje interno que me ha abierto los ojos, el corazón y el alma de una manera difícil de describir. Estoy más consciente de lo que es estar viva y eso me ha llevado a comprender, tolerar y amar más. No por competir con los demás, solo con el propósito de ser mejor de quien fui ayer. Una persona llena de luz, buena vibra y energía positiva. Es un trabajo constante, pero uno que disfruto más de lo que puedo explicar. Quiero y les deseo a todos en este mundo un año lleno de belleza, paz y sobre todo fuerza para lidiar con los buenos y malos momentos que son inevitablemente parte de la vida. Hay que recordar que aunque no todos los días son buenos, siempre hay algo bueno en cada día.
Nunca he creído en las resoluciones de año nuevo, porque no entiendo de donde se saca la motivación para empezar el 1ero lo que no se pudo empezar el 23. Pero de igual manera voy a esforzarme un poco más por leer, garabatear y escribir más a menudo. Son las actividades que más satisfacción y paz interna me traen, y las necesito para combatir la facilidad de perderse en la indeseada rutina citadina del estrés y el malhumor.
Mi ausencia del blog es culpa de mi ligera aversión por la tecnología y el trote que fue el año pasado. Viví, viajé, escribí y dibujé en diez países distintos y me enamoré de la belleza que cada uno, a su manera, me ofreció. Contrastes de gente y culturas tan drásticos que solo me incitan a viajar más, a conocer más y a entender más. A la vez de ese trote global, comencé un viaje interno que me ha abierto los ojos, el corazón y el alma de una manera difícil de describir. Estoy más consciente de lo que es estar viva y eso me ha llevado a comprender, tolerar y amar más. No por competir con los demás, solo con el propósito de ser mejor de quien fui ayer. Una persona llena de luz, buena vibra y energía positiva. Es un trabajo constante, pero uno que disfruto más de lo que puedo explicar. Quiero y les deseo a todos en este mundo un año lleno de belleza, paz y sobre todo fuerza para lidiar con los buenos y malos momentos que son inevitablemente parte de la vida. Hay que recordar que aunque no todos los días son buenos, siempre hay algo bueno en cada día.
Nunca he creído en las resoluciones de año nuevo, porque no entiendo de donde se saca la motivación para empezar el 1ero lo que no se pudo empezar el 23. Pero de igual manera voy a esforzarme un poco más por leer, garabatear y escribir más a menudo. Son las actividades que más satisfacción y paz interna me traen, y las necesito para combatir la facilidad de perderse en la indeseada rutina citadina del estrés y el malhumor.
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